Estamos ante uno de los momentos más emotivos
de la vida de Jesús: está anunciando claramente ante sus discípulos la traición
que recibiría de parte de uno de ellos. Su voz se quebrantó al afirmarlo
(v.21). Y es que en su humanidad, nuestro maestro sufrió uno de los mas grandes
dolores: el ser entregado por una persona muy querida, y hasta de su confianza.
Judas era el administrador del dinero del grupo (por cierto infiel
administrador, ver Juan 12:4-6), y en la mesa estaba ocupando un puesto de
honor y confianza. Esto lo vemos cuando el Señor comparte el pan con él.
Las traiciones e injusticias duelen, aún más
cuando están hechas por personas que amamos, cercanas a nosotros. Satanás metió
sus manos en el asunto: ver Juan 13:2 y 27. Pero hay una verdad poderosa que
nos ayudará a manejar las injusticias y traiciones: aun en las peores de ellas,
Dios sigue teniendo el control, y sus planes siguen vigentes para nuestra vida.
De hecho, Dios en su soberanía usará las traiciones e injusticias para que se
cumplan sus propósitos buenos y perfectos en nuestra vida.
La peor traición, el haber entregado al hijo
de Dios, ya estaba planeada desde antes de los siglos con un propósito bueno:
Hechos 4:27-28. Hasta la forma cómo se identificaría a Judas (Salmos 41:9) y el
precio que le pagarían al traidor (Zacarías 11:13) ya estaba escrita. Todo esto
nos indica una cosa: las traiciones e injusticias que sufrimos a manos de
pecadores, son permitidas por el Dios soberano, con un propósito bueno. ¡Algo
bueno sacará el Señor de nuestro dolor!
Por eso, descansemos en su soberanía.
Perdonemos como José perdonó a sus hermanos, al comprender que “Dios lo
encaminó todo para bien” (Génesis 50:20). Los que nos dañaron, fueron solo
instrumentos imperfectos en manos de un Dio perfecto.
Por último, si nosotros
somos los que traicionamos o le fallamos a alguien, ¡recibamos el perdón de
Dios en Cristo! Nosotros no somos como Judas, quien no tenía esperanza por no
ser verdadero creyente. Somos como Pedro, quien, a pesar de sus muchos defectos
y traiciones (haber negado al hijo de Dios), creía que Jesucristo era “el
Cristo, el Hijo del Dios viviente” y por ello recibió perdón, restauración y
esperanza.
JAVIER KARRAÁ
Pastor General del Centro Familiar de Adoración
San Salvador, El Salvador, C.A.
https://www.facebook.com/pastorjavierkarraa
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