"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mateo 5:48)
¿Se puede ser un papá perfecto? La mayoría de cristianos estamos de acuerdo que no, pero ¿por qué Jesús pediría que fuéramos perfectos, sabiendo que no es posible? Debemos considerar dos cosas: en primer lugar, el Señor dice que debemos ser perfectos, no que podemos. Es una exigencia basada en su propia perfección, no en la nuestra. Él nos creó a su imagen, buenos y capaces de obedecer sus mandamientos; pero a raíz del pecado, perdimos esa capacidad. No podemos cumplir a perfección su ley: “No hay justo, ni aún uno… todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno.” (Romanos 3:10-12) Sin embargo, Él sigue siendo Santo, y la exigencia de su ley sigue demandando “sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. ¡Es válido que un Dios Santo exija perfección!
El segundo aspecto a considerar es que esta frase forma parte del sermón
del monte, el cual fue dirigido principalmente a judíos fariseos, que creían
que podían ganar el favor de Dios con sus obras. Ellos creían cumplir con la
ley divina, pero Jesús veía sus corazones y deseaba hacerles ver su maldad e
incapacidad: ustedes deberían ser
perfectos, si en realidad quisieran ganar su salvación por obras. De esta
manera los lleva a reconocer que no pueden cumplir, y que necesitan un salvador
perfecto, Jesucristo.
Los creyentes no podemos ser perfectos mientras vivamos en esta tierra, pero
hemos creído en Aquel que es perfecto. Con su Espíritu, Él nos está
perfeccionando día con día. No podemos ser papás perfectos, pero sí podemos
mejorar día con día. Podemos aprender de nuestro Padre perfecto. Él nos amó
tanto, que nos ha hecho hijos suyos por medio de Cristo (1ª Juan 3:1). Veamos
algunas de sus perfecciones como Padre
1. El Padre nos cuida (1ª Pedro 5:7, Salmo 91, Salmo 121 hablan de
esto). Debemos agradecer al Padre por sus cuidados, su protección, su tierno
amor. Nunca se descuidará de nosotros. Nos guarda de día y de noche. Nos guarda
en cuerpo y alma. Nosotros los padres nos descuidamos de nuestros hijos, pero
podemos reconocerlo y orar anhelando parecernos más a nuestro padre celestial.
2. El Padre nos provee (Filipenses 4:19, Mateo 6:31-32 hablan de esto).
El Señor es bueno con sus hijos. ¡Toda buena dádiva y todo don perfecto viene
de Él! Aun sin merecerlo, el Señor suple todas nuestras necesidades materiales,
espirituales y emocionales. Como Padres, podemos depender de Él para ser buenos
proveedores de nuestros hijos. Podemos pedirle sabiduría en la administración,
y responsabilidad para cumplir ese rol de proveedores.
DANDO GRACIAS
Como hijos debemos ser agradecidos por el esfuerzo y la provisión de nuestros padres. Si Dios nos ha bendecido en lo económico, debemos buscar la ocasión de bendecirlos. No esperemos que ellos nos pidan, porque quizá nunca lo harán (pues están acostumbrados a solo dar).
3. El Padre nos disciplina y corrige (Hebreos 12:6 y Proverbios 3:12
hablan de esto). Una de las funciones más preciosas del Padre es que nos
exhorta y corrige con amor, no con
ira ni para destruirnos, sino para restaurarnos a su plenitud. Debemos
agradecer por las veces que nos ha corregido, sabiendo que ha preservado
nuestra alma y ha producido en nosotros fruto de justicia. Como papás, no
debemos negar la disciplina a nuestros hijos pues les estaríamos haciendo un
grave daño (Proverbios 13:24). Pidamos al Señor dedicarles a nuestros hijos el
tiempo y la atención, guiarlos en el camino de Dios y poder disciplinarlos sin
ira y con sabiduría, según la Palabra de Dios.
PERDONANDO A PAPÁ
Recordar que todos somos pecadores, nos puede ayudar a iniciar el proceso del perdón en casos donde papá falló. Los hijos debemos recordar que Cristo nos ha perdonado, y debemos orar por nuestros padres. La madre divorciada debe evitar hablar en mal del padre a sus hijos, y más bien les debe motivar a que lo honren y respeten incondicionalmente.
Conclusión: Recordemos que de todas las funciones del Padre, quizá la más importante es que nos trajo a Cristo. Dijo Jesús: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere..." (Juan 6:44). Papás, no podemos convertir ni salvar a nadie; sólo Cristo salva. Pero ¡nosotros somos responsables de evangelizar a nuestros hijos, enseñarles la Palabra y orar por ellos!
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